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LA METAMORFOSIS

Mientras unos cambian de piel y de principios, otros siguen el camino de la adaptación a los nuevos sucesos.





“Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos.”


W. Churchill.


Se conmemora por estos días los treinta años de la realización de la Nueva Constitución Política de Colombia. Tardíamente nuestro país ingresó al siglo XX, a escasos nueve años de la centuria del XXI. La modernización política, económica, social y cultural del país llegaba atrasada y con casi doscientos años de diferencia con el resto del mundo moderno. En pocas palabras, estamos atrás del futuro y adelante del pasado frente al resto del globo. Vaya paradoja.


El atraso como sociedad se superó supuestamente con la nueva carta magna. Ingresamos al neoliberalismo con apertura económica, la modernización del mercado nos llegaba con las grandes promesas de vernos insertos en una globalización que nos adelantaba al universo del consumo del cual estábamos excluidos por cuenta del rezago y el vetusto aparataje de la Constitución de 1886. Modernamente neoliberales pero políticamente en el pasado de la guerra fría. El Estado Social de Derecho se inauguró con las Convivir, mientras se estrenaban los nuevos derechos constitucionales con la Ley 100 y el incremento del paramilitarismo en todo el territorio nacional. La cosecha de vientos trajo nuevas tempestades.


Después de treinta años, existe tanto en la derecha como en la izquierda el consenso sobre el gran triunfo político de la constitución del 91. Para la derecha es la mayor conquista de la democracia y un refinamiento de la vida en sociedad con un acuerdo que permite mantener el poder estatal, bajo la regulación de la dominación, aceptada en el sufragio universal. Somos democráticos porque tenemos el derecho a votar a favor y en contra de los poderosos cada cuatro años.


Para la izquierda se parte de saludar que más derechos, es más libertad y democracia, por lo tanto la constitución es una suerte de promesa exponencial que se debe hacer cumplible para ser realizable. Un tipo de ensoñación que parte por reconocer que los derechos del capital también se pueden disputar con los derechos de la gente, en una democracia que debe ser más aperturista para equilibrar esas disputas bajo las garantías constitucionales.


El utopismo democrático de la izquierda reconoce los derechos escritos como conquistas de la constitución y solo apela moralmente a que el Estado cumpla lo pactado, como si el capital respetara las órdenes legales y constitucionales para imponer su lógica de acumulación por despojo y devastación. Curioso es que los grandes discursos anti neoliberales de la izquierda colombiana se jacten de radicalidad contra el modelo, pero apelen a hacer aplicable la constitución que implantó a este.


En una clara coincidencia entre izquierda y derecha, todos parten de la necesidad histórica del republicanismo liberal constitucional y del neoliberalismo en su aplicación económica, política y cultural. La metamorfosis inició en los años noventa y ahora se hace más palpable y real: progresismo es neoliberalismo constitucional reformado con control estatal. No se necesita ir contra el sistema, más bien ajustar el modelo y hacer eficaz lo que por efecto del despojo generó las marginalidades sociales. El poder del capital se puede ampliar sin necesidad de superar el Estado constitucional que le da validez a sus derechos por encima de la población. Democracia para controlar con la maquinaria del aparataje estatal, los impactos que sobre la gente trae la libertad y los derechos del capital, y consenso para modificar la dominación con las dádivas de la representación en el gobierno y el parlamento de unas cuantas minorías. El cambio de piel del Estado con el bien intencionado eufemismo social y de derecho, ha servido para todo tipo de aplicación de despojo contra la sociedad.


El liberalismo constitucional en su modo neoliberal ha sido abrazado con todo tipo de elogios y una que otra crítica superflua a su aplicación y funcionamiento, siempre partiendo del bien intencionado presupuesto en el que los ciudadanos, portadores de derechos tienen la fuerza para disputar contra el mercado las garantías para el buen vivir. En la actual constitución también hay derechos para el mercado que homologado como ciudadano, tiene espacio para coexistir en la democracia. Bajo este tipo de humanismo liberal, la economía se enfrenta a la sociedad en los marcos regulatorios de la demanda y la oferta, supuestamente equilibrada por los pesos y contra pesos de los poderes estatales. Así las cosas, todos somos socios de derechos en el que decidimos o no, hacer parte de la junta de los negocios que se definen en la esfera de la voluntad general del sufragio, en la elección del gobierno y el parlamento. Esta es la ilusión liberal en la que a todos nos pretendieron convencer con la pacifica solución política de la constitución del 91.


Si el liberalismo opera violentamente contra la sociedad, no es que se le reconozca a este una lógica autoritaria de su dispositivo de dirección y regulación social y política, sino que apelamos al concepto fascismo para señalar esa violencia como algo externo al operativo liberal. En este sentido, liberalismo en sí es algo positivo, realizable, aperturista, pacífico, institucional y democrático. Entonces, socialismo se entiende como el liberalismo en su culmen positivo de realización. De esta manera, liberal y socialista es lo mismo, y su contrario, el fascismo, se ve fuera de su operativo ideológico. Fascismo es todo lo que no es liberalismo, liberalismo es todo lo que según eso se parece al socialismo. Dotado de una fuerza poderosa de optimismo ideológico, el liberalismo de la nueva forma de hacer política, despolitiza las disputas y las vuelve a todas harinas de un mismo costal. Así las cosas, es lo mismo ser socialdemócrata, liberal, socialista o comunista, porque al final todos luchan por derechos, una constitución y la paz. Pero luego de las grandes movilizaciones sociales y populares de los últimos dos años por los derechos de la gente, podemos afirmar que nos encontramos en la fase armada de la constituyente, se acabó el optimismo humanista de la apertura democrática. Es paradojal que los que tomaron las armas y no quisieron estar en la constituyente, hoy son los que reniegan de estás para hacer cumplir la leyes de la carta magna. También, los que volcados al pacifismo lucharon por una papeleta constituyente en el pasado, hoy apelan a la fase armada del establecimiento para hacerla cumplir. La metamorfosis hace parte de la modalidad de los grandes políticos de izquierda y derecha con la que se inició a comienzos de los años noventa un nuevo modo de operación ideológica: se es pacifista mientras se es oposición al gobierno, se es tirano contra la sociedad si se está en el gobierno. La constitución surgida de la paz trajo nuevas guerras.


El cambio de piel también aplica para el campo revolucionario. Ser revolucionario en esta época es un pecado y un motivo de expiación. Es mejor ingresar a la moda de lo políticamente correcto del perdón y la reconciliación, arrepentirse y victimizarse, ganas votos con los devotos, militar en la causa de los mártires y los apóstoles de la revolución, ser canonizado por el relato de la memoria heroica de un pasado glorioso.


Los comunistas de ayer, son las víctimas de hoy. El pesar social se convirtió en un modo de reparación moral para ganar el espacio parlamentario. Un tipo de mérito al sacrificio por revelarse y arrepentirse ante el Estado. Un socialismo expiado de sus pecados está listo para exorcizar la violencia de su pasado, libre de toda atadura para moralizar la paz con la renuncia a sus pésimos y violentos modales políticos. Ante el Estado y sus instituciones todo se puede realizar, un socialismo dentro del capitalismo en la esfera parlamentaria y del gobierno. Pero también hay metamorfosis para comprender los nuevos acontecimientos, sobre todo para no seguir cargando con las viejas ataduras de instituciones pesadas y enquistadas en sus pasados. Hay también modos de creación colectiva e individual que muestran las transformaciones posibles para actuar por fuera de los márgenes de lo instituido. Hay formas de subvertir lo establecido con nuevos comienzos, mientras unos cambian de piel y de principios, otros siguen el camino de la adaptación a los nuevos sucesos, viendo el panorama desde el contacto real con los protagonistas y sintiendo día a día lo que se gana y se pierde en las luchas vivas de la gente y con la gente.


No tenemos que seguir esperando treinta años de ilusión constitucional para que lleguen la mermelada de la paz y sus derechos, tampoco esperar un caudillo pactado entre fuerzas elitistas que se autoproclaman históricas sin hacer historia, para definir el rumbo del país. Se están creando fuerzas nuevas en la barriada, en las líneas de batalla en las ciudades, en la calle, en los campos, universidades y colegios. Se están creando las condiciones para reunir los esfuerzos colectivos que poco a poco empieza a tejer la crisálida donde agrupar los nuevos propósitos. Una gran unidad en tecnicolor quizás más rica en diversidad de visiones y perspectivas.


Más allá de los que se creen dueños de la unidad de las luchas, ha empezado a crearse nuevos centros de gravedad donde orbitan expectativas y esperanzas, ese lugar que descontaminado de las repeticiones de los modelos tradicionales de la izquierda que no tienen caudillos, ni candidatos. Hay también una metamorfosis de lo social y popular en desarrollo, un cambio en los modos y repertorios de las luchas, porque lo que ofrecen las anticuadas formas de lo políticamente correcto, no calzan en las nuevas y vivas acciones donde ha empezado a resurgir una verdadera subversión comunitaria, popular y desde abajo.


PD: ahora que atacan a la República Socialista de Cuba, han salido los prominentes candidatos de la izquierda a llamar al “diálogo social” entre la protesta dirigida por la Casa Blanca dentro y fuera de la isla y el gobierno cubano, tratando de apaciguar los ánimos como sucedió con el paro nacional en Colombia. Si de solidaridad se trata, debe ser con el carácter de un internacionalismo basado en los principios de autodeterminación de los pueblos y el derecho de estos a defenderse de cualquier forma de invasión extranjera, levantar el infame bloqueo a Cuba y el respeto a su soberanía. El resto es oportunismo barato de apaciguadores proclives a los intereses de los norteamericanos.


Tom King

13/07/2021





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